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Marand

 

El Origen 

 

El impacto de un meteorito hizo que la tierra resonara, fragmentos de ella salieron disparados por todo el universo, la mayoría eran tan pequeños que se hicieron polvo; sin embargo, uno de los pedazos no se desintegró.  

    

Este peculiar trozo de tierra de tonos grisáceos y negros, está compuesto por carbón; su forma es la de una isla flotante, de la cual, se pueden distinguir ciertos niveles aún desconocidos. Es un planeta pequeñísimo que parece no tener vida, en una de sus plataformas se logra percibir un leve color rojizo, como una ínfima llama que nace en medio de la oscuridad. 

 

Este objeto es una semilla cuadrada de la que brota un árbol con las mismas tonalidades, con un tamaño de no más de 15 centímetros. El árbol crece lentamente, primero el tronco, de una longitud corta pero fuerte, de este se despliegan las ramas cual venas llenas de sangre, que dan vida a una multiplicidad de hojas de un intenso color rojo.

 

El nacimiento de las hojas (Blau)

 

De pronto, del árbol se desprende una hoja, la cual luce seca y a punto de desmoronarse; es incolora, pues al marchitarse pierde su tonalidad. La hoja emana un líquido que al secarse, le da forma a un humanoide miniatura, entonces se levanta, va tomando un brillo azul luminoso y la hoja, ahora en su cabeza, retoma su forma suave y delicada.

 

Esta criatura curiosa camina por los alrededores del árbol, pero no logra encontrar nada, aunque el árbol tenga la luz del fuego, todo lo demás es oscuro, y su luz no es lo suficientemente fuerte para iluminar a la lejanía.

 

Así pasó el tiempo, la vida era aburrida y solitaria. Entonces, del árbol se alcanza a percibir una pequeña luz amarilla; la hoja, al intentar acercarse, ve como esta luz cae en picada hacia otro nivel de aquel pequeño planeta. Desde allí arriba, puede percibir como una flor poco brillante se abre, desplegando una luz intensa desde su núcleo; de ésta salen piernas, brazos y una cabeza redonda que lo deja asombrado, confundido y algo ansioso de conocer lo que se encuentra allí abajo.

 

Busca la manera de llegar hasta ella, pero la oscuridad es tan profunda, que parece imposible encontrar la manera de bajar hasta allí. En medio de su angustia, comienza a llorar, soltando un líquido fluorescente de su hoja. Se da cuenta que el carbón del suelo es ahora de color azul, y así, puede caminar hasta donde se encuentra esa extraña flor.

De este modo nacen los Blau, los primeros habitantes de Marand. Tienen un color Scheelita, al moverse, su cuerpo incoloro, extrae su color, adquiriendo un tono azul fluorescente indistinguible, además, son seres delicados, los más frágiles de todo el planeta, son muy hábiles gracias a sus pigmentos azules, a menudo se reúnen en grandes grupos y de lejos, parecen un gran mar en medio de toda esa oscuridad.

 

El nacimiento de las flores (Amaflo)

 

De aquel árbol nace una diminuta flor aún cerrada, que emite de su interior una pequeña luz amarilla y acogedora; ésta va cayendo a toda velocidad y en un segundo se halla en un suelo extraño y oscuro. Florece desplegando una luz mucho más intensa, sacando de su interior un cuerpecito desnudo y lleno de luminosidad. 

 

Al ver por primera vez el mundo nota la inmensa oscuridad que la invade, solo alcanza a distinguir un árbol rojo luminoso y una luz azul que se mueve desesperada alrededor de él. Siente que está perdiendo el equilibrio y se desploma inconsciente.

 

Ésta es la primera vez que los Amaflo ven el mundo, pequeños seres de diversas especies de flores pero de una sola tonalidad, que rebosan una luz amarilla ámbar, como si fueran diminutas estrellas que corren por el vasto universo.

 

En Marand reinó el silencio por largo tiempo, una quietud absoluta rodeaba al árbol que no envejecía, el nacimiento de dos seres cambiaría la forma de ver la vida en aquel pequeño planeta.

 

El nacimiento de los frutos (Fro)

 

Uno de los frutos que cuelga del árbol, escurre un líquido de su interior; este choca con una rama e impacta contra el suelo, produciendo la vida de un nuevo ser; este tiene un olor bastante agradable, mantiene en su cabeza una corona de hojas, como la piña, y su piel es similar a la cáscara de ésta fruta, sin embargo, su cuerpo es igual que el de las demás criaturas. Cuando se levanta, comienza a iluminar su entorno con un verde intenso. Su color es como el del Peridoto, un verde fosforescente poderosísimo. 

 

Al ver a su alrededor percibe un vacío que lo deja helado. Pero, al mirar hacia atrás, encuentra un arbolito peculiar que ilumina una parte del planeta con cálido tono rojizo, y dos lucecitas más que se acercan corriendo hacia él. 

 

Así nacen los Fro, algunos de consistencia blanda y otros más duros y tersos. Los seres nacidos varían en sus colores, sin embargo, comparten una similitud, todos tienen un olor característico y poseen pieles frutales, algunos de los Fro son del color del Cobaltocalcita, un fucsia potente; extremadamente frágiles y suaves; unos cuantos, de color Luvulita, un púrpura muy llamativo, o Amazonita, un azul verdoso. Los Fro se caracterizan por su habilidad con el color, al haber nacido de las frutas, tienen la posibilidad de pintar con sus manos un camino del color de su cuerpo; de entre todos los habitantes de Marand, son el grupo más privilegiado, ya que sus atributos frutales y sus pigmentos intensos, les permiten caminar con tranquilidad por el suelo de carbón. 

 

El mayor problema para los habitantes de Marand es este negro mineral, este definitivamente es un enemigo que desean evitar a toda costa. Hubo una vez que un Fro pisó directamente el suelo sin antes pintarlo; al tener contacto directo con el carbón, todo su color quedó cubierto de un profundo negro, tardó meses en volver a recuperarse, su tono se vio afectado, y con ello, su pertenencia al grupo de los Fro. ¿Qué era el negro? Eso ni siquiera podía considerarse un color, no en su planeta lleno de colores vibrantes. Desde ese entonces, todos los habitantes de Marand crean sus propias formas de sobrevivir al entorno oscuro que los rodea.

 

El nacimiento de las ramas (Trunch)

 

Al caer el primer Fro, una de las ramitas queda muy débil; este frágil pedacito de madera se separa del árbol al igual que los demás seres, y al hacer contacto con el suelo, empieza a nacer de ella una criatura transparente de tonos marrones, que emite una luz rojiza. Al despertar, se percata que tres lucecitas de diversos colores están caminando alrededor del tronco de un árbol, quiere acercarse a ellas, sin embargo, cuando se da cuenta por donde camina, solo ve el suelo carbonizado; es tan oscuro, que lo invade una sensación desconocida, tiene miedo y no sabe si debe arriesgarse a caminar por entre los trozos negros.

 

Días después del nacimiento del primer Trunch, de las ramas del árbol se separan pedazos de tronco, unos más largos que otros, algunos con hojas miniatura en sus ramitas. Son seres color Almandino, un rojo oscuro. Su calidad de madera los hace estar más cerca del suelo, y aunque poseen una savia que usan para evitar tener contacto directo con el carbón, ésta se seca pasado un tiempo y es inevitable que sus cuerpos no toquen el terreno opaco. El color negro empieza a cubrirles desde los pies hasta la cabeza, se propaga fácilmente, los Trunch se desesperan porque pierden su característica tonalidad. Los demás habitantes no se acercan a ellos, para evitar en lo posible enturbiar sus colores.


 

Contra la oscuridad

 

Cada vez que una parte del árbol muere, pierde su color, y según la especie que sea al nacer, toma su propia tonalidad. Así que por color y forma, se crean clanes con nombres que dividían las especies: Blau, Amaflo, Fro y Trunch. Estos se van ubicando en los niveles que se forman en la superficie del planeta; en primer lugar están los Blau, los primeros habitantes de Marand, los más cercanos al árbol. Se encargan de recibir el nacimiento de los demás habitantes, junto con los Amaflo, que se encuentran en el segundo nivel del planeta; en el tercer nivel se encuentran los Fro, que aunque están más alejados de el árbol, a comparación de los anteriores clanes, tienen la capacidad de sobrevivir menos tiempo sin recibir la luz del árbol, ya que su variedad de colores les permite ser más fuertes. Y en el último nivel se encuentran los Trunch, quienes viven aislados del resto y no reciben la suficiente luz.

 

Estos seres no se alimentan más que con la luz que emite su árbol, como si se recargaran de ella; viven corriendo de nivel en nivel con ayuda de su color y pigmento líquido; al secarse, este se evapora sin dejar rastro. A la hora de dormir, crean una burbuja hecha con su sustancia, ésta los cubre de la oscuridad del carbón y los mantiene flotando hasta el despertar.

 

Los habitantes que conforman Marand son muy unidos, sin embargo, uno de los clanes, los Trunch, siempre se ha mantenido distanciado. Cuando un Trunch nace, es llevado al nivel más bajo del planeta, por alguna razón, se piensa que ellos también opacan a las demás especies. De ésta forma, se mantiene el equilibrio en el planeta, aún así, los Trunch no pueden evitar sentirse apartados de los demás habitantes y del árbol, que es el centro mismo de todo. Los clanes funcionan de acuerdo a un movimiento continuo, la vida es sencilla, los colores se mezclan y se genera un fluir armonioso entre los seres. Pese a este supuesto equilibrio, los Trunch van muriendo de a poco, debido a la falta de movilidad y a la limitación del nivel en el que se encuentran. La oscuridad y el suelo árido va consumiendo su luz, y ya que entre ellos todos son de la misma gama, el movimiento se ve frenado y el color reducido a un solo espacio. 

 

Equilibrio

 

Cuando todos duermen, un Trunch deshace la burbuja en la que descansa y se dispone a subir a los otros niveles en donde se encuentran los demás clanes. Gracias a su savia, logra avanzar gran parte del trayecto sin tocar directamente el suelo, pero cuando está cerca de los otros niveles, la savia se seca y el carbón le mancha las extremidades. Una vez en los niveles superiores, observa todas las burbujas de múltiples colores que flotan alrededor, así que primero se acerca a los Amaflo, estos duermen tranquilamente, las esferas que los protegen son de un color deslumbrante, semejantes a diminutas estrellas flotando en el aire. Como una luciérnaga atraída por la luz, el Trunch es cautivado por las burbujas, con las manos manchadas, acaricia la superficie y así hace con varias esferas; en algunas tan solo deja un punto negro, en otras toda una mancha grande. De igual manera hizo en el nivel más alto con los Fro y completamente asombrado por los colores tan intensos, abrazó las burbujas, provocando que varias manchas oscuras quedaran impresas. 

 

Al despertar, los demás habitantes se percatan de que su burbuja posee ahora unas partes oscuras, aterrorizados se miran unos a otros en busca de rastros de carbón, pero al verse, se dan cuenta de que sus respectivos colores están intactos. Ya en el nivel más bajo, los Trunch miran con extrañeza al que subió la anterior noche a los otros niveles, este ya no solo tiene su color característico, sino que ahora había una mezcla de colores por toda su piel. Los otros de su clan se acercaron a él con gran curiosidad ¿Qué era entonces si ya no era un Trunch? ¿Acaso lo seguía siendo aún con otros colores? 

 

Entonces los de su especie empezaron a tocar sus colores y con cierto temor, experimentaron cambios de tonalidad en su fisonomía. Los colores se fusionan como lo hace el árbol madre con las hojas, los frutos y las ramas. Todos los colores se convirtieron en uno solo. Desde ese momento, en el nivel inferior, la vida de los Trunch cambió. Un movimiento constante se ve desde lejos y ahora son pequeñas luces que titilan en medio de toda la bruma.

 

Desde que el carbón entró en la gama de colores de los habitantes de Marand, todo se transformó. Aquel entonces en que los Trunch fueron capaces de subir a los otros niveles y pudieron acercarse a los demás clanes, el carbón dejó de ser un problema. Se dieron cuenta de que el negro también podía ser parte de sus tonalidades vivaces. Los días pasaron y cada especie aprendió habilidades de los otros. Así, los Trunch se apropiaron de los colores intensos y los usaban para moverse fácilmente. Al pasar del tiempo, los clanes adquirieron la habilidad de estar en contacto con el carbón sin enturbiar sus colores primigenios. De esta manera Marand encontró su equilibrio entre todas las tonalidades que configuraban al planeta, en el centro, un rojo cobrizo intenso como un gran corazón que palpita, y alrededor de este, un cuerpo inmenso con una variedad de colores siempre en sintonía. 

© 2021 Por Giuliana Ramírez y Ana María Hernández

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